Continuamos meditando en el capítulo nueve del evangelio de Marcos: "30Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera 31porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: —El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de gente que lo matará, pero tres días después resucitará. 32Pero ellos no entendieron lo que Jesús les decía, y no le preguntaban porque tenían miedo."
"Y no quería que nadie lo supiese": Esto probablemente porque no quería que una multitud Galilea se agolpara hacia Él y que estorbara su importante viaje hacia Jerusalén. El Señor Jesús claramente dijo a Sus discípulos el destino que enfrentaría en Marcos 8:3. Ahora, mientras ellos salían de Galilea hacia Jerusalén, se dirigían hacia el destino del cual les habló.
Las multitudes se reunían a menudo alrededor del Señor buscando alguno de sus beneficios, pero no eran las multitudes las que habían dejado todo por seguirlo. Las multitudes cambiaban de opinión, y cuando veamos la crucifixión, veremos cómo cambiaron radicalmente. Las multitudes estaban por momentos, los verdaderos discípulos fueron constituidos para estar con Él siempre. Preguntémonos reflexivamente: ¿somos de las multitudes que alrededor de todo el mundo y a lo largo de la historia, se acercan al Señor Jesús para buscar algún beneficio de él?, o ¿somos de aquellos llamados y escogidos por su gran misericordia, y capacitados por el Espíritu Santo para ser uno de sus discípulos?. La multitud vio cómo el Señor liberó al muchacho epiléptico y endemoniado que los discípulos no habían podido sanar debido la falta de fe. Pero este anuncio no fue dado a estas multitudes cambiantes.
"Pero ellos no entendían esta palabra": Los discípulos no pudieron “procesar” lo que Jesús dijo acerca de Su destino en Jerusalén – para morir y resucitar otra vez. Desafortunadamente, ellos tenían miedo de preguntarle.
Leer y meditar: Marcos 9:30-32. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
- ¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
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