¿Por qué a veces no somos fructíferos?
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará...” (Juan 15:2a)
Los pámpanos no dan fruto cuando se enferman, se vuelven estériles y se caen al suelo. Una de las enfermedades espirituales que impiden que demos fruto es el pecado. Como ocurrió con el hijo pródigo. "También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba." (Lucas 15:11-16). El hijo abandonó a su padre y su familia para hacerse independiente y vivir perdidamente (inconsciente, tonta, extravagantemente). Sin duda fue divertido mientras duró. El hijo era culpable del malgasto y de vivir de forma tonta. No tenía la culpa por la gran hambre que sucedió, pero fue afligido por esa circunstancia. Movido por el hambre y la necesidad, aceptó un trabajo que era inaceptable y ofensivo para cualquier persona judía piadosa porque los cerdos eran animales impuros bajo la ley (Levítico 11:7).
El pecado nos separa del Señor y nos lleva a una vida perdida, vacía y sin sentido. Es la principal causa de la vida sin fruto en muchos hijos de Dios.
Leer y meditar: Lucas 15:1-16. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
-¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
-¿Qué compromisos me pide Dios hacer?
-¿Existen ejemplos que debo seguir?
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