11Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce."
Era la semana de Pascua. Entre 150.000 y 200.000 peregrinos llegaban a Jerusalén.
Había tensión política enorme: ocupación romana, impuestos altos, movimientos revolucionarios. Muchos esperaban a un Mesías militar que expulsara a Roma.
El Señor Jesús entró en ese ambiente... pero no como ellos esperan. En la cultura antigua, entrar montado en un burro simbolizaba paz, no guerra. Los reyes entraban en caballos de guerra, Él rompió el esquema al llegar montado en un simple burro, mostrando humildad y cumpliendo la profecía de Zacarías sobre el Mesías prometido.
El Señor entró a Jerusalén como Rey, pero no para cumplir nuestras expectativas humanas, sino para revelar el verdadero Reino de Dios: uno que transforma el corazón antes que la política, demanda una fe profunda y no emocional, y redefine lo que significa seguir al Mesías. La gente gritaba “Hosanna” = “Sálvanos ahora”, pero en menos de una semana dirían: “Crucifícale”. Es posible aplaudir a Jesús sin realmente seguirlo.
En la entrada triunfal, Él tomó control de la narrativa mesiánica (conjunto de expectativas, profecías, símbolos, roles y percepciones que el pueblo de Israel tenía acerca del Mesías), para mostrar quién es Él realmente. La voluntad de Dios no se basa en nuestras urgencias, sino en su sabiduría soberana, la cual tiene como propósito final la salvación.
Leer y meditar: Marcos 11:1-11. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
- ¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
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