El último párrafo Marcos 11 nos habla de la autoridad del Señor Jesús cuestionada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos: "Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas? 29Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas. 30El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme. 31Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 32¿Y si decimos, de los hombres…? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta. 33Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas."
Los dirigentes religiosos de Israel habían fracasado en su misión de reconocer al Mesías. Todos ellos habían visto las credenciales del Señor Jesús, y hasta Nicodemo, un destacado miembro del Sanedrín, lo había reconocido en privado: "Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él" (Jn 3:2). Pero a pesar de todo esto, no habían querido reconocer la evidencia. A estos líderes judíos les había desagradado mucho las dos entradas previas que el Señor había hecho en la ciudad y en el templo, y no habían querido considerar que en los dos casos fue en cumplimiento de lo que las Escrituras decían que haría el Mesías cuando viniera. Su entrada triunfal en Jerusalén sentado sobre un pollino fue el cumplimiento de lo anunciado por el profeta Zacarías (Zac 9:9), y su visita al templo para limpiarlo se ajustaba perfectamente a las profecías de Malaquías (Mal 3:1-5). Y a todo esto, había que añadir los milagros que hacía, la autoridad de su enseñanza, su poder sobre los demonios, su propia vida libre de pecado, etc. A pesar de la claridad de las evidencias, el Sanedrín no quiso reconocerlo como el Mesías. En realidad, al ignorar y negar el valor de todas estas pruebas, estaban colocándose a sí mismos como una autoridad superior a la Palabra de Dios y al mismo Dios. El Señor pasó a poner en evidencia su falta de coherencia espiritual, para lo cual les hizo una pregunta acerca del bautismo de Juan.
Nosotros necesitamos reconocer al Señor como el Mesías, rindiéndole nuestras vidas, adorándolo y sirviéndole.
Leer y meditar: Marcos 11:27-33. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
- ¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
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