miércoles, 26 de octubre de 2022

El llamado de Dios a ser padres

 
Es muy importante que seamos conscientes del gran privilegio, del gran regalo que nos ha dado el Señor de ser padres. Recordemos que en Salmos 127:3, dice: "He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre". 


Bueno, ¿qué podemos decir? En primer lugar, que Dios nos dio a cada uno de nuestros hijos, eso declara la Escritura; no son un accidente, ni una casualidad. En segundo lugar, que tener hijos entonces, es un privilegio. También significa que criarlos es un llamado santo e importante, y no es un castigo, ni una carga; es una gran bendición, es un llamado de Dios para cada uno de nosotros.  

Dentro de esto, hablemos sobre algo muy importante: ¡ellos conectan una generación con otra! Y esto tiene que ver con el gran propósito de Dios al crear la raza humana, descrito en el primer libro de la Biblia, el Génesis, capítulo 1, versículos 26 y 27: "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Esa "imagen de Dios" debe ser reflejada en cada ser humano, y debe pasar de una generación a la siguiente. Es por este gran propósito de Dios de conectar generaciones, que en  el último versículo del Antiguo Testamento, en Malaquías 4:6, el Señor promete: "Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición".

También tiene que ver con el hecho de que, asumir el llamado a ser padres nos redime del egoísmo, por el hecho de que la paternidad nos demanda entregarnos, dando lo mejor de nosotros a ellos y por ellos, de una manera incondicional y abnegada.

Nuestros hijos igualmente, nos recuerdan que el futuro no existe sin ellos. Nuestra relación con ellos, la enseñanza, la formación, el acompañamiento que les brindamos; son esenciales para el futuro de ellos, de la familia y de la sociedad.

Ser padres entonces, es una responsabilidad demasiado seria, que no podemos tomar a la ligera. De hecho, según la Palabra del Señor, tendremos que rendir cuentas a Aquel que nos encomendó esta maravillosa tarea, este gran desafío, este llamado santo de ser padres. A demás, Él mismo es quien puede y quiere capacitarnos para hacerlo bien, a Su manera.

Ricardo Millán




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