Bosquejo:
La resurrección habla (Mt 28:1-10)
Pasaje principal: Mt 28:6
INTRODUCCIÓN:
“En un glorioso domingo por la mañana, hace más de veinte siglos, un grupito de mujeres fieles visitaron una tumba, la cual contenía, según creían, el cuerpo frío e inanimado de su amado líder y maestro. Fueron a la tumba en aquel amanecer con el mismo estado de ánimo que nos envuelve cuando nos dirigimos al cementerio para depositar los restos de nuestros propios seres queridos. Sus corazones apesadumbrados desbordaban de dolor.
¡Cuán difícil les resultaba reconciliarse con hecho de haber sido separadas de Jesús, el Señor!
Al llegar al sepulcro, lo que allí descubrieron las preocupó grandemente. Vieron que se había quitado la piedra de la entrada de la tumba, y enseguida supusieron que el cuerpo había sido robado. Movidas por el dolor, penetraron en la tumba labrada en la peña y contemplaron la visión de ángeles vestidos con ropaje brillante. Mientras estaban allí apenadas, escucharon una voz que les decía, “...No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos...” (Mt 28:5-7).
Y la resurrección aún habla. ¿Qué tiene que decirnos a los discípulos de esta época moderna?
¿Qué tiene que decirles a las personas que se han extraviado?
I. LA RESURRECCIÓN HABLA DE QUE EL SEÑOR VIVE
- Demostró cuál era su misión, que él es el Mesías. Fue la demostración de que en realidad era todo cuanto él pretendió ser, y dio testimonio de que su obra había sido aceptada por el Padre.
- Sin la resurrección, nuestras tinieblas serían tan profundas como aquellas que reinaron por tres horas cuando fue crucificado. No tendríamos esperanza alguna de ser librados del pecado y de la muerte.
- No existe en la historia ningún relato mejor autenticado por testigos dignos de crédito. Hombres y mujeres de carácter intachable, testificaron que lo vieron, lo reconocieron, comieron con él y hablaron con él.
- Lucas, el médico amado, dice, “…después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables…” (Hch 1:3). Ningún hecho histórico es más seguro que este: Cristo vive.
II. LA RESURRECCIÓN ESTABLECE LA VALIDEZ DEL CRISTIANISMO
- El cristianismo ha surgido de un pasado histórico.
- La lógica sobrenatural del Dios eterno desafía la sabiduría del hombre finito, pues la revelación divina dice que la encarnación explica la resurrección.
- Decir que los discípulos pasaron una vida de penurias, sufriendo privaciones, y aun la muerte para sostener una hermosa fábula, sería un insulto a la inteligencia humana.
El fundamento del cristianismo es Jesucristo crucificado, sepultado y resucitado con poder glorioso. (1 Co 15:21,22).
- El argumento del apóstol Pablo: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Co 15:17). Pues si Cristo no ha resucitado, entonces al sistema cristiano le falta la piedra angular y todas las esperanzas que los hombres han edificado sobre Jesús se desmoronan.
- La fe que salva descansa solamente sobre la base histórica de la resurrección de Jesucristo de los muertos. Nuestra fe está puesta en Jesucristo, el Señor resucitado, “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Ro 4:25).
- La resurrección de nuestro Señor Jesucristo es la promesa de nuestra resurrección. Es sobre este hecho verídico que la doctrina de la vida futura se establece.
- Proclama que la vida aquí y la vida más allá de la tumba son una sola, y que continúa. No se interrumpe por la muerte.
- Cuando nuestros seres queridos mueren, ¿qué esperanza tenemos de verlos otra vez? Cristo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn 11:25,26).
La voz del Espíritu Santo aún habla a los seguidores del Señor viviente “..Id pronto y decid… que ha resucitado de los muertos…” (Mt 28:7).
- El fundamento del mensaje que proclamamos a un mundo que ha extraviado el camino, se halla en la seguridad de que adoramos y servimos a un Salvador resucitado y viviente: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co 15:3,4), debemos también nosotros testificar en la actualidad.
- No hay un gozo mayor para el corazón de un creyente que ese momento sagrado cuando un incrédulo al fin confiesa su fe en el poder salvador del Señor resucitado.
- No hay un desafío mayor para un creyente que tener la oportunidad de hablar de esa esperanza bendita del evangelio. El poder oír la respuesta a la invitación de Dios, “Señor, creo”, es la razón más poderosa que ha de movernos para ofrecer a los perdidos la seguridad de salvación en el nombre de Cristo viviente.
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