La fe bíblica se caracteriza por la actitud de acercamiento a Dios. Acercarnos a Él va a permitir que ubiquemos nuestra vida en sus propósitos.
En Mateo 8:5-6 encontramos este hermoso relato: "Al entrar Jesús en Capernaúm, se acercó a él un centurión pidiendo ayuda: [6] —Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis y sufre terriblemente." El centurión se acercó al Señor con fe genuina, pidiéndole su ayuda por su siervo enfermo. Cuando el Señor le ofreció ir a su casa a sanarlo, el centurión le respondió: "...Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra y mi siervo quedará sano. [9] Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno “ve” y va; y al otro, “ven” y viene. Le digo a mi siervo “haz esto” y lo hace." (Mateo 8:8-9 NVI). Esta respuesta le agradó al Señor porque fue una clara expresión de su fe en Él: "Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: —Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe." (Mateo 8:10 NVI). ¡Qué buen ejemplo para nosotros! Acerquémonos al Señor como lo hizo este hombre. Es precisamente lo que dice en Hebreos 11:6.
Leer y meditar: Mateo 8:5-10. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
- ¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario