En los versículos 37 y 38 de Marcos 4 leemos: "Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?"
La situación refleja fielmente lo que con mucha frecuencia ocurre en nuestra vida: tiempos de tranquilidad son alternados con periodos de prueba. Podemos estar seguros de que el Señor sabía que se iba a levantar una terrible tempestad, pero sin embargo, les hizo cruzar el mar en ese momento. ¿Por qué lo hizo? Porque las situaciones prácticas son la única forma adecuada de completar la enseñanza teórica. Habían escuchado al Señor predicando acerca de la importancia de la fe, ahora era el momento de poner en práctica la enseñanza.
El Señor Jesús estaba profundamente dormido en la barca. De este detalle aprendemos varias cosas: Lo primero que se aprecia es su humanidad. Después de los grandes esfuerzos de esos días, estaba cansado, agotado, necesitado de descanso y sueño. Así que, ni los fuertes vientos, ni las olas, ni el girar y descender de la barca, que rápidamente se anegaba, fueron capaces de despertarlo. También podemos aprender de su confianza en el Padre.
"Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?": No era una petición para que Él hiciera algo; sino una protesta en contra de Su aparente indiferencia.” (Morgan). Cuando nos sentimos desesperados a veces también nos quejamos, culpamos a otras personas o al Señor. Lo que debemos hacer es acudir a Él entregándole nuestros motivos de preocupación: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7).
Leer y meditar: Marcos 4:37-38. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
- ¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
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