Hoy leemos y meditamos en Marcos 8:27-38: "Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno. Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles."
Muchos creyentes, al igual que Pedro, confiesan correctamente a Cristo, pero rechazan su camino cuando descubren que incluye sufrimiento, renuncia o pérdida. La verdadera fe no solo reconoce quién es Jesús, sino que se somete a lo que Él hace y cómo decide hacerlo. En otras palabras: No basta con decir “Tú eres el Cristo”; hay que seguirlo hasta la cruz. El Señor Jesús rompió las falsas expectativas mesiánicas: anunció su sufrimiento, Pedro, incapaz de aceptar esta idea, lo reprendió.
La expresión “Hijo del Hombre” proviene de Daniel 7:13–14, donde se presenta a un ser celestial que recibe dominio eterno. Jesús usa este título para revelar su divinidad, pero también su humanidad sufriente. En el siglo I, “tomar la cruz” no era una metáfora piadosa; era una imagen de pena capital romana. Los oyentes del Señor sabían que quien cargaba una cruz iba camino a la muerte. Negarse a sí mismo significa renunciar a la autoafirmación y al control de la propia vida.
Jesús pregunta: “¿Quién soy yo para ti?” — una invitación personal a la fe. Ser “cristiano” no es solo reconocer a Cristo, sino aceptar su cruz. La gloria del Reino pasa a través del sufrimiento, no alrededor de él.
¿En qué área de tu vida Dios te está pidiendo “negarte a ti mismo”?
¿Qué “cruz” estás evitando cargar que quizás sea parte de tu llamado?
Leer y meditar: Marcos 8:27-38. Responda las siguientes preguntas:
-¿Cuál es la idea central del pasaje?
-¿Qué me enseña acerca de Dios y mi relación con Él?
- ¿Existe un mandato o promesa para mí?
-¿Hay pecados que tengo que abandonar?
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